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jueves, 14 de febrero de 2008

Publicada la ponencia de Andrés González

Ya está publicada la ponencia. He introducido el nombre (por favor señores ponentes, la identidad es importante, aunque como dijo Rimbaud, "el yo es un otro"), así como justificado las notas. Por lo demás he de decir que el tipo de letra tahoma no me gusta mucho [es el que se utiliza en la web, qué le vamos a hacer]. Los tipos de acrobat son mucho más estilizados y óptimos para publicar. Para quien no lo sepa, y tenga interés (que no sé si será alguien) el formato de folio de word no es el estándar por desgracia, así que habría que hacer ciertas modificaciones. Tal vez debería haber publicado una normativa al respecto, pero sé que nadie me habría hecho ni caso, así que...

En la página he añadido un pequeño texto de Platón. Me gusta dar la referencia exacta, cosa que no tengo en las otras. A ver si los autores me pueden ayudar al respecto.

20 comentarios:

Juan Antonio dijo...

Respecto de la charla acerca del (presunto)fenómeno ideológico de la ciudadanía.
En primer lugar, una puntualización. Es casi un estribillo de la Crítica de la Razón Pura (me comprometo a encontrar al menos diez lugares en ella)que no debe confundirse en ningún caso fenómeno (que es algo objetivo, sólo es subjetivo en sentido trascendental) con apariencia. Ni siquiera en Hegel, y mucho menos en Husserl, puede decirse que fenómeno y apariencia son lo mismo.
Segundo, entrando en materia. Piensa lo que quieras pero obedece. Yo me pregunto qué alternativa hay a esto en cualquier estado por mínimo que sea. Si un ¿ciudadano? tuviese potestad (legal) para cumplir la norma sólo cuando está de acuerdo con su conciencia, como muy bien dice Kant (y yo no soy kantiano) eso eliminaría radicalmente toda posibilidad de estado. Sería de hecho el anarquismo. Ni siquiera el más extremista de los anarquistas puede poner en cuestión ciertos principios legales. La objección de conciencia es un derecho natural, si existe eso, pero no puede ser un derecho legal. Ni un autarquista como Sócrates se considera legitimado a escapar de Atenas con el argumento de que la ley le trata injustamente según su criterio personal. Menos aún es la objección de conciencia un derecho en una institución política tiránica o al menos absolutamente despótica como lo es la Iglesia.
No se presupone ahora una distinción entre Razón Teórica y Razón Práctica, sino entre educación en contenidos teóricos y educación en valores. Decir que no se debe dar apoyo ideológico a la formación en valores es precisamente segregar absolutamente toería de praxis. Tal vez la confusión está en que los mismos porfesores y en las mismas horas impartan ambas cosas. Creo que es una confusión que ha propiciado el profesorado de filosofía, el cual, si la nueva asignatura no hubiera supuesto merma de horas, dudo que se hubiera mostrado tan indispuesto. Megustaría que se señalase por qué es inconveniente educar a los ciudadanos en la ley vigente, en principios como la igualdad, etc.
No me detengo a comentar lo que me parece una ingenuidad: considerar que esto en que vivimos es una democracia. Ni esto ni ninguna otra.

VÍCTIMAS DE LA CORRUPCIÓN dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Felipe dijo...

Estimado juanantonio, dices:
"Me gustaría que se señalase por qué es inconveniente educar a los ciudadanos en la ley vigente, en principios como la igualdad, etc."

Creo que es obligatorio que a los ciudadanos NO SE LES OCULTE la ley vigente, que ES CONVENIENTE que se les muestre la ley vigente, pero que NO SE LES DEBE EDUCAR en la ley vigente.

No es lo mismo mostrar a los alumnos qué leyes rigen positivamente que educarles en ellas. Lo segundo supone que los alumnos interioricen dichas leyes de un modo intolerable. Me explico. La virtud de la democracia es que es un sistema mejorable. Pero esta virtud es sólo una potencialidad que sólo se actualiza desde el ejercicio de la crítica. Por ello la educación en un sistema democrático virtuoso debe buscar no su propia legitimación, sino su crítica. La forma de reforzar el sistema democrático es educar a los ciudadanos en la crítica al sistema democrático. Nada apesta más en una democracia que el autobombo.

No hay que educar ciudadanos en la ley vigente, sino en la crítica a la ley vigente. Esto es lo mismo que educarlos en la ley posible, que es legión, como el demonio.

Lo que los ciudadanos deben interiorizar a través de la educación no es la bodad de la ley, sino su provisionalidad, su falibilidad y su contingencia.
La labor de los profesores debería ser no fundamentar, sino deconstruir la ciudadanía, para que los ciudadanos puedan construirla y reconstruirla cada vez mejor.

Juan Antonio dijo...

Eduardo, me expresé mal: no quise atribuir a Andrés nada acerca de la Iglesia. Lo cierto es que la Iglesia es un ejemplo demasiado ostensible de un montón de cosas y no puede dejar de ser usada como ejemplo, pero era sólo eso, un ejemplo. Lo que no puedo admitir es que la Iglesia esté legitimada para decir lo más mínimo, mientras sea una institución que incumple flagrantemente los más básicos principios democráticos y constitucionales.

Por mucho que el cuidadano sea algo abierto y por mucho que haya que deconstruirlo,etc, habrá que partir de unos mínimos. Por ejemplo, no es posible ni crítica ni deconstrucción alguna sin dar por supuesta la igualdad y libertad de los participantes en el diálogo. Al menos el ciudadano deberá, por tanto, ser una entidad dotada de suficiente racionalidad como para dialogar. Ahora bien, resulta que hay personas e instituiciones que, equivocada o mejor contradictoriamente, sostienen que la capacidad de soberanía moral y política de una persona viene determinada por su sexo (como las iglesias -¿a nadie le escandaliza que sigan apareciendo las conferencias episcopales como rebaños de varones investidos por el cielo del poder de adoctrinar?-), por su lengua o nacionalidad, etc; hay instituciones en las que unos seres (dos, el Padre y la Madre, o ahora sus equivalentes, pero en todo caso Dos) poseen por ley una potestad enorme sobre otra persona (el Hijo. ¿Puede alguien decirme de donde emana el derecho de los padres a la patria potestad?), etc, etc. No pueden, por tanto, practicar la crítica ni la deconstrucción ni poseen derecho alguno a la objección ni los sacerdotes y monjas, ni los hijos, etc. Así que, el simple hecho de que existan instituciones como la Iglesia (o las Iglesias), la Nación o la Familia es una prueba evidente para mí de que es necesario educar en la Ciudadanía. Sólo ciudadanos libres, es decir, conscientes de su ciudadanía, podrán hacer deconstrucción de la ciudadanía. Por otra parte hoy es posible ya hacer toda la deconstrucción que quieras, pero en los foros adecuados, que no son la escuela.

En cuanto al ejemplo del aborto y otros similares, estoy seguro de que ningún profesor de esa asignatura se verá obligado a justificar como únicamente legítimo algo a lo cual la propia ley concede derecho a objección. En todo caso que objete al respecto de esa cuestión, no respecto de toda la educación cívica.

De hecho no habría tanta discusión si los mercachifles de la política no hubieran echado mano a este tema como a tantos otros. Ya hay libros de Educación para la Ciudadanía de editoriales católicas y la asignatura se está impartiendo en colegios confesionales.
El profesor común no tiene que temer tanto. Debe saber que de momento es imposible que, como debiera ocurrir, haya una inspección pública que vigile lo que hace y dice en el aula, así que seguirá haciendo su deconstrucción o construcción privada con sus pobres borregos.

Por otra parte, y dado que parece que retorna la autoridad de los griegos, hay que recordar que toda la Paideia platónica es una educación para la ciudadanía. La postura según la cual lo ético no puede aprenderse es precisamente la de los sofistas,es decir, la de la burguesía liberal. Pero incluso el más ultraliberal estoy seguro de que querrá que se enseñe a respetar las normas del mercado, que tal vez son las mismas que las de la democracia.

VÍCTIMAS DE LA CORRUPCIÓN dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrés González dijo...

Estimados profesores:

Quisiera puntualizar una serie de temas que pienso pueden ayudarles a “conducir” el debate de un modo (si me lo permiten) algo más ordenado:

1) Mi ponencia (charla, o lo que quiera que sea) trata de una cuestión actual (que está “en marcha”) sobre la que, por exigencias del método (la dialéctica), hay que hacer un diagnóstico.
2) Por eso, al inicio de mi exposición quizá sea conveniente agregar esto que aquí les ofrezco ahora:

"Por supuesto, contemplamos aquí la posibilidad de que alguien pudiera hacer un diagnóstico sobre el “estado actual de la cuestión” en el presente “en marcha” totalmente diferente al nuestro. Alguien podría objetarnos, por ejemplo, que no estamos ante ningún fenómeno teórico-ideológico, sino, pura y simplemente, ante un hecho normativo de carácter político-administrativo enmarcado dentro de las más absoluta y “prosaica” normalidad democrática. A quienes hayan optado ya por hacer este otro diagnóstico sobre el “estado actual de la cuestión”, ya le adelantamos que “resbalará” por su cráneo todo cuanto aquí podamos decirle. Puede pues, ahorrarse el trabajo de tener que leerlo. Por nuestra parte, a quienes hayan optado por reivindicar el hecho “empírico”, “prosaico” y “puro”, en lugar de dar testimonio de la existencia del fenómeno, tan sólo una cosa tenemos que decirle: que “con su pan se coma” el hecho enterito.

Pero si estamos de acuerdo en que estamos asistiendo como “testigos de vista” al despliegue de un fenómeno, entonces estamos obligados (en tanto que ciudadanos responsables) a intentar “salvar el fenómeno” eliminando las apariencias en un intento de racionalización del mismo que trate de regresar a la esencia que el fenómeno despliega al trazar su trayectoria positiva sobre un fondo o entorno envolvente. La esencia no es una esencia metafísica que está “más allá” del fenómeno oculta tras de él (la esencia no es un noúmeno). La esencia se realiza positivamente a través del material fenoménico, y para ver recortado el contorno de su figura en el entorno envolvente (un entorno constituido por el conflicto estructural “entre católicos”), será necesario “tallarla” eliminando o superando apariencias del material fenoménico. Una vez tallada la esencia, habrá que progresar hacia el material fenoménico de partida dispuestos a iniciar de nuevo otra vez el camino de regressus a la esencia, pues dicho material fenoménico sigue sufriendo variaciones al estar el fenómeno todavía “en movimiento”. ¿No llamó a esto Platón hacer dialéctica?

"El momento mismo de constitución de la verdadera filosofía –que según nuestros presupuestos, es el momento preciso de cristalización de la “filosofía académica”- es el momento (como no podía ser de otro modo) de la sistematización del método filosófico. Platón lo formuló en su célebre pasaje de La República (532 a) como la estructura de un proceso que, partiendo necesariamente de los fenómenos (y bajo el concepto de fenómenos hay que incluir no solamente a las imágenes y percepciones, sino también a las creencias, contenido de la pistiz) va regresando hacia las esencias (sinagwgh, regressus) para después volver de nuevo a los fenómenos (diairesiz, progessus) en un movimiento circular. La vuelta a los fenómenos equivale a una racionalización de los mismos, pero no a su agotamiento: nuevos contenidos descubiertos en ellos mediante el progressus impulsarán un movimiento, también nuevo de regressus" . Gustavo Bueno, El animal divino, pág 30.

No pretendemos, ni muchísimo menos, estar agotando la racionalización del fenómeno, así que, como es lógico, estamos completamente abiertos al “diálogo” con todos aquellos que estén dispuestos a esforzarse por intentar “salvarlo”, incluso aunque su intento de “salvación” pueda diferir sustancialmente del nuestro.

3) En relación a la cuestión de fenómeno/apariencia/hecho. Como dije, uso el término fenómeno en sentido helénico (que implica relación de una configuración procesual con varios sujetos); y añadí que los alemanes (por su idealismo subjetivo, absoluto o transcendental, lo mismo da; Hegel es, como saben, otra cosa) usan el término fenómeno en un sentido que se aproxima más a lo que los griegos entendían por apariencia (que implica la relación de un sujeto con varios dispositivos de objetos). La bibliografía que uso para el asunto está correctamente citada; a ver si alguien se compromete también a revisarla. Como lo demuestra la nota a pie de página, yo ya estaba ejercitando la distinción fenómeno / hecho, y si no la representé explícitamente en el texto es porque sabía de antemano que, de todos modos, la distinción saldría a relucir en el debate explicitada por otros. Así fue y, como todo el mundo puede comprobar, así está siendo también ahora.
4) Sobre la cuestión de la Iglesia, que tanto “picor” por lo que veo ha generado: no es que nosotros, desde nuestras coordenadas filosóficas, le demos la razón a la Iglesia, es que la Iglesia, por tener las coordenadas filosóficas que tiene (aunque algunos no quieran reconocérselas las tiene; por ejemplo en torno al concepto de analogía es interesante contrastar a Santo Tomás con Cayetano, y a este, a su vez, con Suárez) abre la posibilidad de que los ciudadanos, cualesquiera que sean sus coordenadas filosóficas (que suponemos también las tienen aunque no sean "filósofos profesionales"), puedan resistirse a aceptar una ley de educación cuyas coordenadas filosóficas rechazan. ¿O es que acaso se da por supuesto que solamente cabe oponerse a las coordenadas filosóficas del gobierno desde las coordenadas filosóficas de la Iglesia? El que suponga esto pretende encapsularnos dentro del discurso maniqueo de los buenos y los malos, el bien y el mal. Nosotros huimos de eso como de la peste. ¿Por qué la Iglesia no puede canalizar institucionalmente para que sea más eficaz un movimiento de resistencia plural contra una ley, a la que en principio, muchos y por diversos motivos, pueden oponerse? ¿Por qué yo iba a tener que quedarme desamparado en el caso de necesitar ayuda? ¿Por qué? ¿Por qué lo dice alguien que dice una vez tras otra que “la Iglesia es el infierno”? Desde un punto de vista filosófico, en rigor, solo cabe ser creyente o ateo. Todo lo demás es vergonzante. Pero la distinción creyente/ateo es abstracta, y nosotros no vivimos en la "isla de los bienaventurados", vivimos en la ciudad, somos ciudadanos. Y en la ciudad, nuestras posiciones abstractas tienen que ejercitarse "in media res" entre una diversidad de iglesias y entre una diversidad de partidos políticos. Al menos, en nuestro caso, tenemos que decir que no es la Iglesia la que puede utilizarnos, sino que somos nosotros los que podemos utilizarla si llega el caso.

Vale la pena discutir si los argumentos pueden engranar. Y en este caso, pueden engranar si coincidimos en el diagnóstico sobre el “estado actual de la cuestión”. Si no es el caso, mejor que cada uno siga con “sus cosas”.

Un saludo cordial a todos,
Andrés.

Juan Antonio dijo...

Por qué la Iglesia, Eduardo, no puede decir nada al respecto: porque se contradiría. La Iglesia (en cuanto tal, no hablo de las personas que la forman y que, si se quitan el alzacuellos y se presentan como personas, no como epifanías, pueden decir lo que quieran -y no sea contradictorio-, lo que pasa es que, si además de personas quieren seguir siendo epifanías, no podrán decir lo que quieran, sino lo que deban sin derecho a réplica), la Iglesia en cuanto tal, digo, sostiene a la vez que las verdades morales no pueden dirimirse en el diálogo entre iguales, sino que emanan de un principio Trascendente y se manifiestan en un texto que sólo ella misma, la Iglesia, tiene potestad de interpretar, y por otra parte pretende dar cierta validez a la conciencia moral de uno para objetar ante la ley. Evidentemente la Iglesia lo que quiere decir es esto: quien vea que lo que la ley terrenal (el legislador político) prescribe va contra la Ley divina (ante la que no se puede objetar de ninguna forma, y que se sitúa en la ‘conciencia’) debe oponerse a la ley. Y esto es una posición racionalmente insostenible, porque no deja a la razón determinar qué es correcto. Por tanto no puede expresarse como la petición de respeto de la conciencia: no hay tal respetabilidad para ellos mismos. Lo que piden es que se les conceda seguir adoctrinando en su inobjetable doctrina. Es decir, piden que se les permita hacer (ellos que no tienen potestad legal) lo que quieren que el Estado (que sí la tiene) no pueda hacer. Más en concreto: piden seguir dando formación antidemocrática en el marco de una democracia. Piden que no el estado no pueda manipular a los individuos para poder seguir manipulándolos ellos. Así pues, las personas pueden decir “lo que quieran”, si bien en el lugar adecuado, que no es la escuela (de la misma forma en que un biólogo que crea en el creacionismo no puede enseñar eso en la escuela, aunque puede discutirlo con sus colegas en los congresos y seminarios, el educador cívico tiene que enseñar la ley vigente y las justificaciones ideológicas con que cuenta, aunque en otros lugares opine todo lo contrario. La Iglesia, sin embargo, y en cuanto tal no puede opinar sin contradicción ni en el foro del debate, porque no acepta los presupuestos. Estaría diciendo: Digo como Ley absolutamente incuestionable (como que viene de Dios) que debe cuestionarse la ley. Si no tenemos en cuenta la ambigüedad de Ley (Divina, Humana) es un paralogismo. Si la tenemos, es una contradicción.
La Iglesia tiene coordenadas filosóficas, sí, como ancilla theologiae. Cogemos a Platón y Aristóteles (o al que venga detrás) y lo usamos como podemos. Se trata de una lectura guiada por el espíritu crítico y en absoluto guiada por prejuicios que quieren encontrar allí lo que les interesa, desde luego.
Andrés dice que podemos valernos de ellos como ayuda. Yo digo que, si acaso el fin alguna vez justifica los medios, no será en este caso, donde se concederá legitimidad a quien no puede tenerla. Prefiero estar sólo que mal acompañado.
Dice Eduardo que es como un violador contra otro. Aparte de lo curioso que resulta comparar moralmente a Iglesia y Estado, al modo en que los nacionalistas hablan del terrorismo de estado, habría que decir: muy bien, pero el violador que denuncia que esté en la cárcel. Nadie se admira de que el Violador salga por la tele. Nos hemos acostumbrado a ver cofradías que han tenido que dejar participar a las mujeres en sus actos. También estamos acostumbrados a que la Iglesia es una institución respetable. No, no lo es. Tiene fieles, pero no es respetable.
En cuanto a lo que dice Eduardo de la patria potestad. Efectivamente, es una potestad recogida por el código civil, como es una norma constitucional que la herencia monárquica sea para el varón, etc. Pero las normas no racionales y cuya única base procede de la prehistoria, son cambiables, dentro de la Ley, claro. Y el tema de la patria potestad me parece de ese grupo claramente (así como el de la nacionalidad, y otros varios). De todas formas el asunto de fondo es el más difícil que tendríamos que abordar aquí, y es el de si Derecho Natural o Derecho Positivo. Yo parezco estarme contradiciendo, pues mientras recurro al Positivo para negar las pretensiones de los objetores a esa ley, tiro del Natural para lo de la patria potestad y para todo lo que me conviene. Por explicitar mi postura: creo en un Derecho Natural superior al Positivo, y es un Derecho Racional (absolutamente). La democracia será legítima en la medida en que se atenga a ese derecho de mi conciencia. Así que soy anarquista. Pero yo puedo serlo: otros no pueden.

En cuanto a lo del fenómeno, etc. Respecto a la cuestión de si hay un sentido griego y otro germánico de fenómeno: no comparto en absoluto esa tesis. Y creo que la bibliografía que hay que consultar al respecto es la de los propios textos de los autores, y no la de los expertos hermeneutas, que carecen de toda autoridad para mí. Realmente leyendo a Platón y Kant no me queda tiempo para leer a tantos como han leído a Kant y a Platón. De todas formas no creo que nos vaya a reportar mucho bien esa discusión. Es cosa de historiadores. Y, para nuestro tema, no le veo la importancia, como decía Eduardo.
Ahora bien, sea o no un fenómeno ideológico lo de la Educación Cívica, y dado que hay que salvar el fenómeno, mi tesis es que una buena forma de salvar el fenómeno es negarlo. Toda teoría nueva modifica la percepción que tenemos de ciertos fenómenos y elimina otros como simples apariencias, y es que la diferencia entre fenómeno y apariencia en cada caso no es algo determinable a priori. Podría ser que analizando el hecho llegásemos a la conclusión de que era simple ilusión. Por tanto no hay que dar por hecho que el fenómeno debe subsistir tras el análisis. En particular, por ejemplo, Parménides (o Buda, u otros) explican el fenómeno total (el Mundo) negándolo, porque es incompatible con la Razón.

¿Pueden engranar nuestros argumentos? Deberían poder, al menos para un racionalista iluso. Sería preferible que discutiesemos los argumentos concretos que situarnos en metacuestiones como la del grado de heterogeneidad de nuestras posturas, que no acaban sino en petición de principios. Pero hay una gran tentación a hacer de todo política, en el peor sentido de la palabra. Como grupo de filosofía deberíamos seguir demostrando, como estamos haciendo, que hay otra forma de diálogo diferente a la del parlamento. En el momento en que detectemos que la discusión pasa de ser dialéctica a ser erística, reconozcamos nuestro monumental fracaso.

Andrés González dijo...

“el educador cívico tiene que enseñar la ley vigente y las justificaciones ideológicas con que cuenta, aunque en otros lugares opine todo lo contrario”.

- Espero coincidir contigo “en otros lugares” que no sean el departamento de filosofía de un instituto, sobre todo si tras el 9 de marzo el fenómeno sigue en marcha.

“Yo parezco estarme contradiciendo (¿?) , pues mientras recurro al Positivo para negar las pretensiones de los objetores a esa ley, tiro del Natural para lo de la patria potestad y para todo lo que me conviene. Por explicitar mi postura: creo en un Derecho Natural superior al Positivo, y es un Derecho Racional (absolutamente). La democracia será legítima en la medida en que se atenga a ese derecho de mi conciencia. Así que soy anarquista. Pero yo puedo serlo: otros no pueden”.

- No lo parece. No creo que esto merezca más comentarios.

“sea o no un fenómeno ideológico lo de la Educación Cívica, y dado que hay que salvar el fenómeno, mi tesis es que una buena forma de salvar el fenómeno es negarlo”.

-¿Nadie te había dicho que decir todo lo contrario de lo que otro ha dicho es una forma artera de plagiarle?

“¿Pueden engranar nuestros argumentos? Deberían poder, al menos para un racionalista iluso”.

-teniendo en cuenta lo anterior, no sé de que modo calificar tu racionalismo. El calificativo que tú mismo has puesto, a falta de otro, me parece bien.

“En el momento en que detectemos que la discusión pasa de ser dialéctica a ser erística, reconozcamos nuestro monumental fracaso”.

-Lo reconozco. Me declaro “objetor de conciencia” de este foro ¡sin la ayuda de la Iglesia!

Anónimo dijo...

yo añadiré algo más, sin entender demasiado de todo esto de los fenómenos, lo erístico y demás, pues yo lo que no soy es académico, platónico:

-en primer lugar, coincido en que una buena manera de salvar, entender lo que está pasando, es negarlo: no negar que esté pasando, o que pase nada importante, ni tampoco negarlo puntualmente via objeción de conciencia, sino rechazarlo, via propuesta política de modificación de la ley y mejora de la ley, en este caso de la Loe (aporbada, cuando ya es una cuestión que clama al cielo, sin contar con la oposición)

-sobre el contenido de la asignatura y sobre el porqué de mi rechazo, ya escribí otro comentario

-Iglesia: la Iglesia, católica, y todas las demás, no son instituciones políticas, ni siquiera instituciones en sentido político estricto. No cabe pedirles pues una legitimidad institucional-político-racional, siempre que cumplan las leyes y el orden público. Entiendo que las Iglesias, como casas de las religiones, son per se irracionales, y son portadoras de fe y no de razón. Esto no obsta que como ciudadanos, los fieles puedan hablar y actuar como ciudadanos. Los curas en las misas tb pueden hablar más o menos de lo que quieran, y los fieles, en tanto ciudadanos, hacer después lo que quieran, como acogerse al derecho constitucional de objeción de conciencia.

-la paideia platónica no es desde luego democrática ni cívica; Platón quemó los libros de Demócrito, padre a su vez de los sofistas, que eran los verdaderos educadores de la democracia, los primeros "profesores". esto es otra cosa, y tiene que ver con lo que felipe y otro han dicho antes: se trata de educar en la ley posible, en la posibilidad misma de la ley, y en los principios -éticos: pedirle justificación a la ética es la capital petición de principio antidemocrática a la par que irracional- fundamentales de la democracia. se trata de comprender la democracia, y abordar con esta fundamental y limitante comprensión todo tipo de problemas sociales (no solo los tópicos de la progresía, sino también las empresas, la guerra y su sentido si no queremos enseñar mística de la no violencia, que poco tiene que ver con la democracia y la filosofía, etc.)

en cambio, se nos insta a educar en la ley vigente del sr. Ministro del gobierno de turno, al modo del peor Kant (autonomía formal que esconde en realidad una heteronomía), siendo esto además perjudicial para la propia democracia y la ciudadanía.

las leyes son leyes y por tanto en principio no cabe sino cumplirlas. los alumnos son menores de edad y en principio con decirles esto para su presnte inmediato y futuro sobra. lo que es interesante enseñarles a esta edad en nuestra asignatura (pienso que es la justificación de la misma, ya existente, que se llama Ética y que en lugar de esta EpC boba podría alargarse a otros cursos anteriores) es que las leyes en democracia son leyes democráticas, no es el codigo de hammurabi, que las hacemos nosotros, que se pueden discutir y cambiar, etc., y cómo funciona todo este proceso en una democracia.

aquí no está Platón, ni Kant ni Loyola; aquí están los sofistas, la gran Sofística, su materialismo de fondo, respetuoso (al modo de Kant por cierto) del papel de la religión y cosas parecidas siempre que no tengan pretensión de conocimiento (a diferencia de Kant: ni siquiera práctico), y están Aristóteles (que es el que escribe literalmente que si queremos tener una democracia hay que educar a ciudadanos) y Spinoza, y a su modo, el pragmatismo americano del siglo XX.

Anónimo dijo...

una cosa más:

-las recomendaciones de la UE son solo eso, porque entre otras cosas el proyecto al que iban ligadas, el de la Constitución, ha fracasado; entre otras cosas precisamente por ser un proyecto más cargado de heteronomía que de autonomía, por muchos y muy variados derechos que supuestamente nos fueran a caer del cielo; esto lo supieron ver muy bien los franceses -y luego los holandeses, que les imitan estas cosas, y eso que el prohombre de este proyecto era el francés, ex-presidente de la república, D´Estaing.

ahora tenemos un Tratado constitucional, pero menor.

-existen asignaturas parecidas justamente en los países donde no se enseña Filosofía como asignatura en bachillerato, seguramente porque tienen una tradición crítica de pensamiento libre, etc., más extensa, como son RU y USA. En Reino Unido, la Ciudadanía como tal ha sido implantada hace un par de años, si no yerro, pero precisamente como compensación de la devolución de tintes nacionalistas del primer Gobierno Blair, y ya veremos si da resultado; entre otras cosas, además, ya sabéis que los británicos no tienen DNI, y estas cosas (creo que ni siquiera Constitución como tal); de ahí en gran parte esta asignatura, porque su manera de vivir como centro metropolitano de un imperio se acabó, dada la clarísima hegemonía actual de los USA, así que ahora son un Estado más como cualquier otro, muy importante, pero un Estado. En todo caso, la ley fue aprobada con el consenso de los dos grandes partidos.

-en USA, existe una asignatura llamada US Values, valores de la democracia americana, básicamente los valores fundadores de aquel país.

-yo aquí aun doy Ética, y con más gusto que el curriculum de la EpC; lo que yo haría sería dar Ética en todos los cursos de Eso, y quizá en 6º de Primaria, porque solo 4º de Eso da para muy poco.

realmente uno de los problemas no menores de la EpC es que dudo mucho de que sirva para lo que supuestamente dice que sirve (yo defiendo una nación cívica, no histórica, pero dudo de que esto con esta ley, ni siquiera para desayunar, sea posible)

Anónimo dijo...

una última cosa:

entre los problemas a abordar con los instrumentos de la ética y la democracia, más allá de los tópicos del progreso o de la economía mercantil, o cosas menos lindas como la guerra, está el gran problema de fondo, problema prehistórico y consustancial no ya al humanismo sino a la hominización, que es el problema de la técnica o tecnología (y más en este momento histórico)

precisamente el abordarlo desde una perspectiva ética le da una amplitud tanto de planteamiento como de solución que ninguna ciudadanía-sometida-a-leyes-de-obediencia-debida podrá nunca lograr.

esto está al final de mi charla, para quien le interese.

Anónimo dijo...

He estado leyendo atentamente los comentarios que se han vertido sobre esta ponencia. Voy a hacer un repaso a las diferentes opiniones:

Al argumento de Juan Antonio le objetaría que defender la EpC para disolver el Estado (dado que se declara anarquista, y no otra cosa es el anarquismo, ¿o quizá sí?), es decir, la fuente de la ciudadanía –que es garantizada y protegida por el Estado, y que sin él convertiría a los ya no ciudadanos en un agregado (ni tan siquiera una comunidad) de seres ni tan siquiera humanos, toda vez que la familia ha dejado de operar, por lo que los ciudadanos se convertirían en los trogloditas que Borges describe en el Inmortal. Defender este argumento, decía, es hacer flaco favor a la materia.

Como dice Juan Antonio: “Si un ¿ciudadano? tuviese potestad (legal) para cumplir la norma sólo cuando está de acuerdo con su conciencia, como muy bien dice Kant (y yo no soy kantiano) eso eliminaría radicalmente toda posibilidad de estado. Sería de hecho el anarquismo. Ni siquiera el más extremista de los anarquistas puede poner en cuestión ciertos principios legales”.

Curiosamente dice después: “creo en un Derecho Natural superior al Positivo, y es un Derecho Racional (absolutamente). La democracia será legítima en la medida en que se atenga a ese derecho de mi conciencia. Así que soy anarquista. Pero yo puedo serlo: otros no pueden”.

Me parece algo contradictorio: precisamente su postura elimina toda posibilidad de Estado. Porque la segunda parte suscribe precisamente lo que, según él, en la primera proscribe: obedecer exclusivamente solo lo que esté de acuerdo con la conciencia. El problema de su postura, en mi opinión, reside en que considera que existe un presunto derecho natural racional. Éste debe ser único y universal (por racional), muy kantianamente, a pesar de que se declare no kantiano. ¿Debe querer decir eso que la conciencia de los ciudadanos en esa democracia sería la misma para todos –a saber: la suya? (¿o acaso esa otra subjetividad trascendental de la que hablaba Kant?): eso me recuerda a otros regímenes políticos no exactamente democráticos.

En esa conciencia racional que es la única que legitima el Estado democrático se han eliminado a los creyentes, en cuya conciencia se incluye la fe. Se les habría hecho ver que la religión en la que ellos creen es tiránica, despótica ilegítima y que no merece ningún respeto. El problema de dejar a la Ilustración actuar hasta sus últimas consecuencias es que, partiendo de la racionalidad puede legitimar incluso los campos de concentración. Esto no es un alegato a favor de la irracionalidad, sino de la diversidad dialéctica que debe garantizarse en un Estado que se pretenda democrático.

Esto es así, de nuevo, porque Juan Antonio asume que los conceptos de igualdad y la libertad se dan por supuestos en la democracia “(no es posible ni crítica ni deconstrucción alguna sin dar por supuesta la igualdad y libertad de los participantes en el diálogo)”. Más bien el Estado trata de garantizar esa libertad e igualdad de forma efectiva mediante los desarrollos legislativos que van estableciendo la materialidad de esa libertad y de esa igualdad (que antes excluía a los homosexuales del matrimonio, pero ahora los iguala a las parejas heterosexuales que cometen el error de casarse, digo que se casan). Este ejemplo muestra de facto que no existe una definición universal de estos conceptos –creer que tal cosa existe es antidemocrático, por ideológico, y se basa en mi opinión en la creencia de que son valores que residen en algún espacio intelectual puro listos para que los descubramos, en los cuales hay que educar. Pues bien, yo dudo que existan esos valores éticos universales (no así los lógicos, que son funciones entre conjuntos; ni los económicos). Me falta esa práctica fenomenológica de Scheller, por ejemplo, muy racionalista, para alcanzarlos en su esencial pureza. Dar por sentado que se sabe qué es la igualdad y la libertad, cuando no se ha alcanzado definición filosófica al respecto, es algo dogmático. Los Estados, que no esperan a los filósofos, parten de constituciones, que los desarrollos legislativos posteriores van rectificando o mejorando con el tiempo. Por eso educar en valores es una bonita entelequia ineficaz que nuestros alumnos han aprendido muy bien: saben decir al profesor de filosofía lo que quiere oír, aunque luego hagan lo que les dé la gana.

En conclusión, Juan Antonio pone en duda la respetabilidad de la iglesia en una democracia con libertad de culto, la patria potestad (es decir, un elemento esencial de familia, indendientemente de que sea homosexual o no – un elemento que debe creer prescindible para la formación de seres humanos), y defiende con estos elementos una materia de EpC desde un cierto anarquismo, limitado por unos principios legales que serían los que su propia conciencia impone –la suya, la de Juan Antonio, ¿o tal vez otra? Un anarquismo de Estado, semejante contradicción exigiría refugio en una consoladora poesía. Yo, sinceramente, veo a los trogloditas de Borges detrás de todo esto, kantianos y poetas a pesar de todo, y puede que ni tan siquiera felices.

Anónimo dijo...

Respecto a la cuestión de la iglesia, y siguiendo con Ximo, afirmar directamente que es una institución irracional me parece un punto de partida algo extremo. Yo no defenderé la iglesia (ni falta que le hace), pero sí defenderé que la religión debe ser entendida y explicada desde algún parámetro, obviamente ateo –por lo menos en mi caso. Afirmar su irracionalidad es renunciar a la posibilidad misma de comprenderla, por lo que no me parece buena solución. Tampoco estoy de acuerdo con simplificar la iglesia a una institución irracional, ilegitima, tiránica y demás, porque en ella existe diversidad de posturas y pareceres que de ese modo simplificamos a una pura caricatura. De nuevo un planteamiento ilustrado puede conducir a prácticas poco razonables. Decía Feuerbach que es imposible que un hombre crea lo que contradice su capacidad de representación. ¿Son los creyente un rebaño de imbéciles que se arrastra por lodazales de sinrazón? Su postura conduce a un rotundo y simplificador sí. Habrá que buscar en sus prácticas alguna fuente de autenticidad (aunque sea sociológica: mantener cierto poder, satisfacer la necesidad de eternidad, o algo, lo que sea, y en esta línea creo que la ponencia de José Antonio Cuenca es interesante).

Tampoco estoy de acuerdo con Ximo en su concepción ilustrada de los sofistas. Aunque la filosofía sea dialéctica, eso no significa que podamos caer en los argumentos vacíos e interesados en los que cae el sofista en pro de su pagador. Decir que los verdaderos educadores de Atenas eran los sofistas puede ser cierto, pero eran ¿educadores verdaderos? Sí estoy implícitamente de acuerdo con Ximo en una cosa: nosotros, los profesores de filosofía, somos los sofistas de ahora: cobramos por un tiempo limitado en la educación de los jóvenes, y tenemos fama de mendigos (por defender nuestros intereses gremiales y nuestras vacaciones). Por otro lado, no comprendo la afirmación de Juan Antonio, cuando dice que: “La postura según la cual lo ético no puede aprenderse es precisamente la de los sofistas, es decir, la de la burguesía liberal. Sí, como él dice, leyendo a Platón y Kant no me queda tiempo para leer a tantos como han leído a Kant y a Platón”, debería haber leído esto:

PORTÁGORAS: Mi enseñanza es […] acerca de los asuntos políticos, para que pueda ser él el más capaz de la ciudad, tanto en el obrar como en el decir.
SÓCRATES: […] Me parece que hablas de la ciencia política y te ofreces a hacer a los hombres buenos ciudadanos.[…] Porque yo [Sócrates] eso, Protágoras, no creía que fuera enseñable, y al decirlo tú ahora, no sé cómo desconfiar. [319a]

Precisamente el tema de la charla de Andrés, precisamente del libro que se hace cargo, el Protágoras. Por cierto, que contra Ximo diría de nuevo lo que el propio Protágoras:

Yo, desde luego, afirmo que el arte de la sofística es antiguo, si bien los que lo manejaban entre los varones de antaño, temerosos de los rencores que suscita, se fabricaron un disfraz y se ocultaron, los unos con la poesía, como Homero, Hesíodo o Simónides, y otros, en cambio, con ritos religiosos y oráculos, como los discípulos de Orfeo y Museo [316d]. Pregunto: ¿Eso son los sofistas que se defiende, toda vez que la religión es irracional?

Para terminar este largo y aburrido post, tampoco estoy de acuerdo con Andrés en varias cosas. En contra de echarme a temblar, creo que, como dice Marina, el derecho de los padres a educar no es absoluto: ¿pueden educar a sus hijos en el racismo, la xenofobia, el nazismo, en los parabienes de la dictadura o del terrorismo, en la yihad o la guerra santa, en el desprecio a las mujeres (aunque luego haya trata de mujeres y prostitución para el libre consumo)…?

Tampoco estoy de acuerdo en su defensa de la iglesia, por muy arrojado al mundo que uno se encuentre desde un punto de vista práctico, no me pondría al cobijo de la iglesia: ¿Andrés informaría a ésta de que es ateo? Del mismo modo que el padre Mariana defendió el regicidio, también la herejía y el ateísmo eran condenables, ¿o no? Los totalitarismos son abyectos, desde el poder político y desde el poder eclesial, y no ver eso es una peligrosa condescendencia similar a la que Brech condenaba (aunque parece que la cita era de M. Niemoeller) con aquello de: “primero vinieron por…”

Yo solo espero tener algún sitio donde refugiarme: tal vez un aula de EpC en algún pueblo lejano.

Andrés González dijo...

yo añadiré algo más, sin entender demasiado de todo esto de los fenómenos (1º), lo erístico y demás, pues yo lo que no soy es académico, platónico (2º):

1º. Pues eso, no puede entenderse bien, en sus justos términos, qué es lo que he tratado de decir (con mayor o menor acierto, ustedes dirán) si no se entiende que para Platón fenómeno es algo completamente distinto de lo que fenómeno es para Kant. Para Kant (corríjame si me equivoco) fenómeno es lo que se da en la conciencia a nivel semántico por mediación de la síntesis de las estructuras cognoscitivas formales del sujeto que soporta dicha conciencia; materialmente el fenómeno es una apariencia que afecta al sujeto pero que carece de significado para él; una multiplicidad de datos sensibles dada a nivel sintáctico que se supone procede del noúmeno o cosa en sí. Para Platón los fenómenos no son contenidos de la conciencia; son configuraciones procesuales objetivas que varios sujetos oculados perciben apotéticamente (a distancia) como algo que irrumpe por sí mismo de forma sorprendente con independencia de sus conciencias; de ahí que no quepa el testimonio clónico sobre el significado del fenómeno.

2º. Pues si el profesor Brotons no es (como el mismo dice) académico en el sentido platónico del término (un sentido que va ligado al intentar hacer filosofía por medio de un método llamado dialéctica), entonces (supongo) que será académico en el sentido administrativo del término, es decir, académico en sentido burocrático-político. A lo mejor hay algún otro sentido del término academia que yo desconozco. Si es así, rogaría por favor al profesor Brotons que me enseñara.
-en primer lugar, coincido en que una buena manera de salvar, entender lo que está pasando (3º), es negarlo: no negar que esté pasando, o que pase nada importante, ni tampoco negarlo puntualmente via objeción de conciencia, sino rechazarlo, via propuesta política (4º) de modificación de la ley y mejora de la ley, en este caso de la Loe (aporbada, cuando ya es una cuestión que clama al cielo, sin contar con la oposición)

3º. Salvar el fenómeno no es entender lo que está pasando. Todo el mundo entiende a su modo lo que está pasando cuando simplemente constata la existencia del fenómeno, cosa que, por cierto, parece que el profesor Brotons hace. Por tanto, coincide conmigo (aunque no lo diga) en el diagnóstico sobre el estado actual de la cuestión (la reforma de la filosofía en la enseñanza media).

4º. En ningún momento he hablado yo de cuestiones de “política doméstica”. El profesor Brotons, una vez, vuelve hacerlo diciéndonos que el mejor modo de salvar el fenómeno es negarlo vía política ¿cómo, votando al partido político al que el profesor Brotons dice que pertenece y del que hace propaganda a la mínima ocasión que se le presenta? ¿o votando a otro partido? ¿a cuál?

-sobre el contenido de la asignatura y sobre el porqué de mi rechazo, ya escribí otro comentario

-Iglesia: la Iglesia, católica, y todas las demás, no son instituciones políticas, ni siquiera instituciones en sentido político estricto. No cabe pedirles pues una legitimidad institucional-político-racional (5º), siempre que cumplan las leyes y el orden público. Entiendo que las Iglesias, como casas de las religiones, son per se irracionales, y son portadoras de fe y no de razón (6º). Esto no obsta que como ciudadanos, los fieles puedan hablar y actuar como ciudadanos. Los curas en las misas tb pueden hablar más o menos de lo que quieran, y los fieles, en tanto ciudadanos, hacer después lo que quieran, como acogerse al derecho constitucional de objeción de conciencia.

5º. Es necesario deshacer de una vez un equívoco en el que me parece que muchos están encerrados: la Iglesia Católica al defender la objeción de conciencia a la ley no está defendiendo ningún derecho natural de contenido político; está defendiendo un deber moral del ciudadano, a saber: la desobediencia civil; por motivos teológicos (o quizás meramente diplomáticos) la Iglesia le llama a este deber “objeción de conciencia”, pero para nosotros, que somos materialistas y lo de la conciencia nos parece algo “oscuro y confuso”, es lisa y llanamente el deber de todo ciudadano de resistir a los desmanes totalitarios o tiránicos del poder político; la Iglesia dirá que ese deber obliga en conciencia porque la fuerza de obligar emana o brota de Dios; nosotros decimos que la fuerza de obligar emana de ella misma en tanto que institución pública que tiene la fuerza social necesaria para movilizar y organizar a la ciudadanía en su lucha de resistencia civil contra el poder político. Es el Estado el que está sosteniendo que los ciudadanos no tenemos derecho a ejercer ese deber, primero porque no es legal (el derecho a la objeción de conciencia sólo es recogido por la Constitución en relación a las obligaciones militares, art. 30.2), y segundo porque, como dice el kantiano Peces-Barba, la desobediencia civil no es “una dimensión de la (buena) voluntad humana. Por tanto, es el Estado el que está suponiendo una naturaleza humana intemporal de la cual brotan “desde la eternidad” unos supuestos derechos humanos. Para el Gobierno los derechos ciudadanos son la positivización de derechos naturales, y por eso el asunto va de Ciudadanía y Derechos Humanos. ¿Es posible que para el profesor Brotons lo de los Derechos Humanos sea una simple coletilla sin importancia? ¿Qué es acaso ese Ciudadano cosmopolita y universal que nos están vendiendo? Yo se lo voy a decir: un ciudadano metafísico. En la crítica a la constitución francesa de 1793 Marx ya demostró que no cabe “armonía” entre el Hombre y el Ciudadano.

6º. Y la llamada “filosofía moderna” europea ¿qué es? Racionalismo “puro” sin fe. No me extraña en absoluto que los filósofos quieran que los ciudadanos que tenemos confianza en la Iglesia nos mantengamos “reducidos” a la “esfera de lo privado”; ¿cree el profesor Brotons que yo no tengo derecho a hacer un uso público de la palabra porque confío en la ayuda que pueda prestarme la Iglesia en el ejercicio de mi deber ciudadano a la desobediencia civil? Dígalo y entonces con mucho gusto yo me callaré, que ganas no me faltan.

-la paideia platónica no es desde luego democrática ni cívica (7º); Platón quemó los libros de Demócrito, padre a su vez de los sofistas, que eran los verdaderos educadores de la democracia, los primeros "profesores". esto es otra cosa, y tiene que ver con lo que felipe y otro han dicho antes: se trata de educar en la ley posible, en la posibilidad misma de la ley, y en los principios -éticos: pedirle justificación a la ética es la capital petición de principio antidemocrática a la par que irracional- fundamentales de la democracia. se trata de comprender la democracia, y abordar con esta fundamental y limitante comprensión todo tipo de problemas sociales (no solo los tópicos de la progresía, sino también las empresas, la guerra y su sentido si no queremos enseñar mística de la no violencia, que poco tiene que ver con la democracia y la filosofía, etc.)

en cambio, se nos insta a educar en la ley vigente del sr. Ministro del gobierno de turno, al modo del peor Kant (autonomía formal que esconde en realidad una heteronomía), siendo esto además perjudicial para la propia democracia y la ciudadanía.

7º. Parece que el profesor Brotons se apunta aquí a las tesis de Popper en La Sociedad abierta y sus enemigos, obra en la que, por cierto, también Marx es enviado a la orilla de los anti-demócratas. Platón y Marx, en cambio, son para mí dos firmes defensores del socialismo genérico de la igualdad material entre sujetos definidos universalmente por su capacidad racional. La educación en Platón es un mecanismo democrático de movilidad social vertical. Y el socialismo marxista pide que todos los sujetos puedan medirse racionalmente con abstracción de su pertenencia a una clase social determinada.


las leyes son leyes y por tanto en principio no cabe sino cumplirlas. los alumnos son menores de edad y en principio con decirles esto para su presnte inmediato y futuro sobra. lo que es interesante enseñarles a esta edad en nuestra asignatura (pienso que es la justificación de la misma, ya existente, que se llama Ética y que en lugar de esta EpC boba podría alargarse a otros cursos anteriores) es que las leyes en democracia son leyes democráticas, no es el codigo de hammurabi, que las hacemos nosotros, que se pueden discutir y cambiar, etc., y cómo funciona todo este proceso en una democracia.

aquí no está Platón, ni Kant ni Loyola; aquí están los sofistas (8º), la gran Sofística, su materialismo de fondo, respetuoso (al modo de Kant por cierto) del papel de la religión y cosas parecidas siempre que no tengan pretensión de conocimiento (a diferencia de Kant: ni siquiera práctico), y están Aristóteles (que es el que escribe literalmente que si queremos tener una democracia hay que educar a ciudadanos) y Spinoza, y a su modo, el pragmatismo americano del siglo XX.

8º Parece que el profesor Brotons hace aquí un intento de “tallar” la esencia del fenómeno. Para él, el fenómeno es esencialmente la sofística, la gran sofística, la sofística “ilustrada”, Protágoras por ejemplo. Para mí el fenómeno es esencialmente kantiano. Lo que para el profesor Brotons es el “peor Kant”, para mí es lisa y llanamente Kant; y entonces, resulta que lo que para él sería el “mejor Kant”, para mí es Krause. Ha hecho usted, al menos, una propuesta “ingeniosa”; le invito a desarrollarla.
Agradezco al profesor Brotons el interés que muestra por mi trabajo, así como el esfuerzo que realiza por tratar de engranar sus argumentos con los míos de forma constructiva. Al menos en algo estamos de acuerdo, a saber: en el diagnóstico sobre el estado actual de la cuestión: estamos ante un fenómeno teórico-ideológico. En lo demás, tengo que decirle, siendo sincero, que no estoy de acuerdo con usted en prácticamente nada.
Reciba un cordial saludo,
Andrés González.

Andrés González dijo...

Para terminar este largo y aburrido post, tampoco estoy de acuerdo con Andrés en varias cosas. En contra de echarme a temblar, creo que, como dice Marina, el derecho de los padres a educar no es absoluto: ¿pueden educar a sus hijos en el racismo, la xenofobia, el nazismo, en los parabienes de la dictadura o del terrorismo, en la yihad o la guerra santa, en el desprecio a las mujeres (aunque luego haya trata de mujeres y prostitución para el libre consumo)…?

-En relación a la defensa que haces de Marina, voy a contestarte con esto que forma parte ahora de mi trabajo (que sigo revisando):

La sintonía Peces-Barba – Marina.

La sintonía entre Peces-Barba y José Antonio Marina ha sido manifiesta desde el principio. El 13/12/ 2005 el Semanal Digital publicaba una noticia en la podía leerse lo siguiente: Peces-Barba propone, en vez de Religión, Rudimentos de Ética y derecho. En el interior de la noticia podía leerse lo siguiente: el rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces-Barba, mentor de San Segundo, reclama en privado una vieja asignatura de principios del siglo XX para nuestros colegios en sustitución de la Religión. Se trata de la llamada Rudimentos de ética y derecho. Peces- Barba considera esa asignatura imprescindible para dotar intelectualmente a los escolares de “reglas del juego básicas para la convivencia en el Estado de Derecho.

Poco después, en su columna dominical en el diario El Mundo, José Antonio Marina comentaba, como siempre, alguna frase, y esa vez la frase era de Gregorio Peces-Barba (la cosa, pues, había pasado ya de ser algo que el por entonces Alto Comisionado para las Victimas del Terrorismo mantenía en privado a ser algo que defendía ya en público): Hace falta una asignatura de ética pública y derecho, una pedagogía de la convivencia y la libertada. Marina comentaba así la frase de marras:

Estoy de acuerdo y, lo que es más importante, también lo está la ministra de educación, que ha propuesto una nueva asignatura –“Educación para la ciudadanía- en todos los niveles de la enseñanza primaria y secundaria. Tenemos que apoyar tan espléndida idea. La Ciudad es el símbolo de la convivencia justa. La principal función de la enseñanza obligatoria es formar buenos ciudadanos. Aquí no valen florituras relativistas. La Constitución española se funda en unos valores éticos claramente expresados. Todos los ciudadanos deben conocerlos, amarlos e introducirlos en su vida personal. En un momento en que la convivencia se degrada, cuando se hacen cada vez más frecuentes los fracasos personales y familiares, y crece la violencia y la marginación, debemos educar para vivir dignamente. La “educación para la ciudadanía” tiene un recorrido largo, por eso debe impartirse en todos los niveles. Comienza en la psicología y termina en la ética. En los cursos preescolares debe cuidar de la evolución afectiva del niño y del aprendizaje de las primeras normas de urbanidad, es decir, las necesarias para vivir en la urbe, en la ciudad. Debería terminar en el último curso de secundaria con una reflexión sobre los principales valores y sobre los fundamentos éticos de nuestro sistema político y jurídico. Entre ambos extremos está el aprendizaje completo de una vida feliz y noble.

Se trata de reducir la ética del plano de la racionalidad institucional de la persona humana (el ciudadano) al plano de la racionalidad psicológica del individuo abstracto (el hombre), porque el objetivo es generar una adhesión afectivo-emocional inquebrantable a la ley. Por eso hay que cuidar la evolución afectiva del niño, porque el niño no debe pensar la desobediencia, la disidencia. Puede desobedecer a sus padres si sus padres lo educan mal, pero no pueden desobedecer al Estado porque el Papa-Estado, asesorado por filósofos como Marina nunca se equivoca y siempre educa buenos ciudadanos.

Añadiré, además, que yo no he defendido en ningún momento que el derecho de los padres a educar a sus hijos sea absoluto. Pero lo que sí me atrevería a sostener aquí, es que creo que todo el mundo está dando por supuesto que lo que es absoluto es el derecho a la educación. Marina defiende que el derecho a la educación es absoluto si quien educa es el Estado, limitado si quien educa son los padres. Mi postura no es la contra-recíproca. Nuevamente: Yo estoy en contra de Marina por la materia o el contenido concreto de la educación en este caso. Y el nazismo era una ideología de Estado con la que, por cierto, no debió estar muy disconforme la sociedad civil alemana de la época, por cierto, mayoritariamente protestante. Afortunadamente, gracias a Dios, en España hay todavía resistencia civil contra la filosofía alemana.

Quede clara una cosa: para mí no hay derechos naturales; los llamados derechos humanos ni son derechos porque en realidad son deberes de contenido ético, ni son naturales porque su fuerza de obligar emana de los grupos sociales que presionan sobre el individuo para que los asuma (otra cosa es la diferencia entre ética y moral cuando por ética se entiende un tipo de acción práctica real, efectiva, y no reflexión filosófica sobre la moral)



Tampoco estoy de acuerdo en su defensa de la iglesia, por muy arrojado al mundo que uno se encuentre desde un punto de vista práctico, no me pondría al cobijo de la iglesia: ¿Andrés informaría a ésta de que es ateo? Del mismo modo que el padre Mariana defendió el regicidio, también la herejía y el ateísmo eran condenables, ¿o no? Los totalitarismos son abyectos, desde el poder político y desde el poder eclesial, y no ver eso es una peligrosa condescendencia similar a la que Brech condenaba (aunque parece que la cita era de M. Niemoeller) con aquello de: “primero vinieron por…”

Yo solo espero tener algún sitio donde refugiarme: tal vez un aula de EpC en algún pueblo lejano.

A esto también voy a contestarte con una parte que he añadido a mi trabajo:

La impotencia de la conciencia.

No es que nosotros, desde nuestras coordenadas filosóficas le demos la razón a la Iglesia, es que la Iglesia, desde sus coordenadas filosóficas, abre la posibilidad de que los ciudadanos, cualesquiera que sean sus coordenadas filosóficas, puedan organizar institucionalmente su desobediencia civil con ciertas garantías de tener algún poder efectivo frente al poder del Gobierno. ¿O es que se da por supuesto que solamente cabe oponerse a las coordenadas filosóficas del Gobierno desde la “concordancia de la conciencia” con las coordenadas filosóficas de la Iglesia? De sobra sabemos que lo de “la conciencia” está de más porque nuestras coordenadas filosóficas son materialistas (partimos metodológicamente del materialismo histórico), y, por tanto, tenemos claro que desde nuestra “conciencia” (bastante insignificante, por otro lado) no vamos a poder frenar u obstaculizar los desmanes despóticos, tiránicos y totalitarios del Gobierno de turno. No hacemos residir nuestra capacidad de resistir en nuestras conciencias subjetivas individuales. Lo que desde las coordenadas filosóficas de la Iglesia es objeción de conciencia, para nosotros, desde las nuestras, es lisa y llanamente desobediencia civil. Plantear estas cuestiones como si se tratara de problemas de “conciencia”, solamente puede llevar al que dice ser racionalista a interminables callejones sin salida, los callejones sin salida de su idealismo. Nuestras conciencias, con el apoyo institucional de la Iglesia podrán, en todo caso, intentar resistir; solas en plan cartesiano tratando de resistir a los “engaños del genio maligno” no tienen nada que hacer. Descartes salvó a su conciencia de las garras de la locura (del genio maligno) con la ayuda de Dios. Nosotros pretendemos salvarnos de la locura del Gobierno con la ayuda de la Iglesia ¿quién es más racionalista?

¿Ateos católicos o católicos ateos?

Lo de ser creyente o ateo en relación a la Idea de Dios no tiene absolutamente nada que ver aquí en relación a nuestra toma de partido en este asunto concreto por la Iglesia católica. Somos ciudadanos (que más da si ateos o creyentes) que tomamos partido por la Conferencia Episcopal frente al Gobierno, porque nos declaramos ateos en relación a la Idea de Ciudadanía que el Gobierno quiere imponer a nuestros hijos. No somos filósofos ateos en relación a Dios que toman partido por el catolicismo desde una perspectiva política secular, histórico-cultural. Nuestras coordenadas filosóficas no dan para tanto. No consiste en eso nuestra toma de partido. Nosotros tan sólo pretendemos usar todos los medios democráticos a nuestro alcance para liberarnos de un Gobierno que consideramos “tiránico” por su política de educación filosófica. No vamos más allá. Por tanto, somos conscientes de que en esta toma de partido podemos coincidir con ciudadanos que tienen coordenadas filosóficas diversas distintas a las nuestras.

Filósofos o intelectuales en general que se declaran ateos católicos los hay, y no sólo en España. El miércoles 13 de diciembre de 2006, Alex Rosal publicaba una columna en el suplemento Razón y Fe del diario la Razón titulada Ateos devotos. Habla de un grupo de intelectuales italianos que no tienen fe, no creen en Dios, son ateos, pero su increencia no les impide admirar y apoyar a la Iglesia católica en la defensa de un determinado modelo de civilización. Para ello han creado un grupo llamado “Ateos devotos”, y entre sus integrantes están personalidades como el político Marcello Pera, anterior Presidente del Senado italiano; la ya fallecida Oriana Fallaci, o el director del diario IL Foglio, Giuliano Ferrara. Están convencidos de que Europa es Europa gracias a sus raíces cristianas y no precisamente a la influencia del iluminismo o el racionalismo, como elementos determinantes. Y apoyan a Benedicto XVI en su lucha contra la dictadura del relativismo imperante sin ningún tipo de complejos. Y para ello no rechazan la razón. Todo lo contrario. Gracias a la razón, dicen, han descubierto la grandeza del cristianismo, y no como algo del pasado, sino como una fuerza viva que crea civilización hoy y que aporta una “convivencia” armónica en la sociedad.
En España, perdón, en este país, Gustavo Bueno, el filósofo asturiano, se ha lanzado al ruedo de lo políticamente incorrecto y ya se define como “ateo católico”. Se apunta a las mismas tesis que los italianos. Son ateos que alertan del peligro de implantar un progresismo vacío como moral pública.

Pero nosotros, ni somos filósofos, ni tampoco intelectuales (no hemos firmado ningún manifiesto en apoyo de la filosofía, por ejemplo). Simplemente somos católicos ateos en relación a la Idea de buen ciudadano que nos vende el Gobierno para hacérsela consumir a nuestros hijos.

No pretendemos, por tanto, en definitiva, dar ninguna “lección de moral” a nadie con nuestra toma de partido. Simplemente estamos diciendo que, como padres, estamos con todos aquellos que con el apoyo institucional de la Iglesia están presentando oposición real al Gobierno.

En todo caso, lo que hemos hecho (por si podía ayudar a alguien) ha sido sacar a la luz los problemas a los que podría tener que enfrentarse un profesor de filosofía que decidiera resistir “en conciencia” apelando al uso de su libertad de cátedra. La pregunta que se harían desde el Gobierno ante un profesor que decidiera tomar esta postura sería más o menos esta (si no me equivoco): “¿Y para qué (libertad positiva) querrá este tío hacer uso de su libertad de cátedra?

Gustavo Bueno finaliza el capítulo 5 de La fe del ateo diciendo:

Sólo queda mantener viva la confianza en otros profesores que, en virtud de su derecho a la libertad de cátedra, interpreten la Educación para la Ciudadanía como Educación para la Ciudadanía española.

Nos parece muy bien que Gustavo Bueno tenga fe en estos supuestos profesores. Desde luego, en el caso de que existiera alguno, tendría toda nuestra solidaridad, pues, paradójicamente, en la dirección indicada por el profesor Bueno, la “cuadratura del círculo” al menos adquiere cierto sentido. Pero, en todo caso, a nosotros nos parece que no es cuestión de ponerse a hacer hermeneútica crítica siendo heterodoxo en relación a los textos legales con los que el legislativo trata de orientar la actividad del profesor. Se trata, desde nuestras coordenadas, de hacer dialéctica, y, en consecuencia, se trata de negarnos a que a nuestros hijos se les fundamente filosóficamente el modo en el que tiene que ser ciudadanos, porque de esto nos ocupamos nosotros (con el permiso de los filósofos).

Juan Antonio dijo...

Ángel escribe un montón de cosas, todas ellas interesantes. Como la mayoría hace referencia a mis opiniones de anteriores comentarios voy a contestar unas palabras:

Ángel, dices que yo sostengo mi defensa de EPC sobre mi anarquismo, mi anticlericalismo, etc. En eso te equivocas. Si de mis anteriores correos eliminas mentalmente todo lo que tiene que ver con estas cuestiones verás que nada sufre la argumentación. En otra ocasión podemos discutir de mi anarquismo, si lo es o no, si es ilustrado o no, troglodita o no, pero nada de esto se requiere ahora y, de hecho, yo mencioné lo del anarquismo al hilo de mi defensa de un derecho natural racional frente a la iglesia.

Mi argumentación debe ser válida, precisamente, para el que adopta una postura política cualquiera (salvo el anarquismo, tal vez) pero especialmente la democrática, desde la cual veo atacar la asignatura. Son los demócratas anti-EPC los que se ven precisados por el argumento:

Ángel (y creo que en esto representa a prácticamente todo el mundo) ve contradictorio defender a la vez la existencia de un derecho natural racional universal etc y el anarquismo. En cambio no ve contradicción alguna en ser demócratra y a la vez negar la existencia de tales valores universales. Si no hay derecho natural universal ¿qué será lo justo: lo que a cada cual le parezca, o lo que establezcan el estado..? Es de creer que identifica justo con legal, y legal con establecido por la sociedad (en caso contrario se vería abocado al anarquismo troglodita-poético). Ahora bien, ¿por qué entonces va a ser la democracia el único sistema legítimo? ¿Por qué no lo va a ser la tiranía? No se puede uno quedar con todo: si no hay valores universales, tampoco lo son los de la democracia. En esto remito a Trasímaco y a Nietzsche (y a otros muchos que conocéis). Así que la negación de valores absolutos conduce realmente al anarquismo, a otro distinto al mío, al de la guerra de todos contra todos, el de “para cada uno es bueno según le parece”, el de los sofistas, ¿no será también el de los (pobres) trogloditas? Queriendo huir de Kant, y en dirección contraria a Platón, no sé a dónde se puede llegar. Si no hay ningún valor, ni sustantivo ni procedimental, ni formal ni material, con una validez universal, no sé cómo se puede sustentar la democracia ni ningún otro régimen salvo el anarquismo. Ángel no debería pues considerar inapropiado o malo un comportamiento violento, como el del que, falto de argumentos, recurre al insulto y la pataleta y se hace objetor de lo que le da la gana, incluido el diálogo. En cuanto a mi postura, que es Anarquista Platónica (o, Autarquista), podemos discutirla en otra ocasión, porque no es necesaria para defender EPC. Me basta, como dije antes, una democracia corriente como la que presuponen los objetores a EPC.

Los conceptos de igualdad y libertad se dan por supuestos en la democracia. Obviamente, están en la ley. Lo que no ocurre es su cumplimiento. Pero alguien que dude de la legitimidad de la igualdad, que diga desde qué ámbito está hablando y por qué hay que respetarle. La igualdad es un presupuesto no ya político, sino lógico de la discusión. (Necesitaría que Ángel me explicase por qué cree que las leyes lógicas (y económicas!) son eternas y no lo pueden ser las leyes morales). Está plenamente definido por el principio lógico supremo. Dos cosas iguales tienen las mismas propiedades. En política se traducirá por: dos cosas iguales tienen los mismos derechos. El que se declare demócrata que me explique cómo puede negar esto. Es como (perdón) ser cristiano y no poner la otra mejilla. Si es antidemocrático creer que está definida la igualdad y la libertad ¿qué es ser democrático? ¿En qué consiste eso? Nuevamente, si no existen esos universales (o no se conocen) no se puede llamar ilegítima a ninguna conducta, o sólo a la legal. Y en este caso toda legislación, democrática o no, es justa.

Puesto que de lo que se trata, entonces, es de garantizar estos derechos, que se me diga ahora por qué el estado no tiene derecho y obligación de inculcarlos a todos los ciudadanos. Supongo que Ángel y cualquiera de vosotros no tolera en clase un comportamiento machista, racista, etc. ¿Por qué? ¿Por qué inculca su ideología o su praxis inconsciente a los demás? ¿Por qué obligan a los alumnos a que reproduzcan las conductas que les van a ser premiadas? ¿Por qué les obligan a ser tolerantes, etc? Quien crea que no hay valores universales que no imponga ninguno a los demás, ni transversal ni longitudinalmente. Que no evalue tampoco nada que tenga que ver con una actitud moral.

De la Iglesia. Dice primero Ángel que el problema de la Ilustración es que puede justificar el campo de concentración. No dice cómo. Ni dice desde qué otra ideología puede atacarse al campo de concentración. Lógicamente, porque condena a priori toda ideología. Incluida la suya, supongo.
Yo lo que he dicho es que la Iglesia es una institución que niega de partida la posibilidad de dirimir racionalmente la cuestión de lo bueno y lo justo. Esto, creo, la inhabilita para la discusión. Cualquier teólogo, para discutir con filósofos, sabe de siempre que tiene que dejar a un lado su libro sagrado, es decir, tiene que dejar de ser sacerdote y convertirse en sólo persona racional.
Y digo, también, que la Iglesia incumple sistemáticamente los principios más básicos de nuestra sociedad, como la igualdad, la democracia, etc. Y, especialmente, en la Educación, adoctrina cuanto puede en una ideología intolerable por una democracia. Todo ello la hace totalmente incapaz en este diálogo.

Por lo demás, tratar de una institución o conducta irracional no impide estudiarla racionalmente. Aunque las piedras sean inconscientes se las puede estudiar conscientemente, y también la psiquiatría es una ciencia.
Claro que hay que buscar una explicación al fenómeno religioso y especialmente al de la iglesia, pero esto puede ser como buscar la enfermedad que aqueja a ciertas personas. Y puede tener curación. De todas formas mis ideas al respecto serían muy largas de desarrollar aquí, y tampoco hace al caso. Basta con que la iglesia en cuanto tal no pueda, sin contradecirse, defender la libertad de educación. El tema de la patria potestad y la familia sería también largo de explicar, y colateral para nuestro asunto. Se puede obviar, al menos de momento. No obstante si alguien ha entendido que recuso el derecho (y la obligación) de los padres a educar a sus hijos me he explicado muy mal. Recuso su derecho a manipularlos.

En cuanto a lo del Protágoras, me sorprende mucho, Ángel, que lo cites como contrario a mis tesis. Mira: el pasaje que citas es del comienzo del diálogo, en el que Protágoras, ciertamente, se ufana de ser maestro público de virtud, frente a un Sócrates que, irónicamente, duda que eso pueda enseñarse. Pero al final del diálogo, después de que Sócrates ha puesto en evidencia que Protágoras no tiene ni idea de lo que es la virtud y que incluso en el fondo el propio Protágoras cree que no puede enseñarse (y ¿cómo podría creerlo quien niega que exista verdad universal y que para cada uno es verdadero y bueno lo que le parece o desea?) se acaba concluyendo justo lo contrario de al comienzo del diálogo (y de tu cita). Si eres tan amable de leer el pasaje 361a y siguientes (el final del diálogo) me ahorro copiar aquí una parrafada. Por lo demás esta es la actitud propia de la generalidad de los sofistas. Todos ellos creen (frente a Sócrates y Platón) que lo bueno no puede enseñarse, porque eso es ...¿“fascismo”?. Vosotros estáis, supongo, de acuerdo con ellos, que son la base del pensamiento liberal. Lo que pasa es que el sofista consecuente acaba en Trasímaco o Calicles o Nietzsche.

Andrés González dijo...

No sé qué es exactamente lo han dicho otros, pero por lo que a mí respecta, quede claro que yo en ningún momento he negado la existencia de valores universales. Los valores éticos vinculados al ejercicio de la fortaleza (firmeza y generosidad), precisamente por estar orientados a la preservación en la existencia de la individualidad corpórea son para mí valores universales; como también lo son los valores morales asociados al ejercicio de la virtud de la justicia (correctiva y distributiva, que al contrario que la fortaleza está orientada a la preservación de la existencia de los grupos. Por tanto, hay valores universales. Lo que no hay es valores absolutos, porque la validez de un valor estará siempre limitada por la validez de otro; y hay que tener en cuenta que la universalidad de los valores éticos, por su materia, es universalidad distributiva; mientras que la universalidad de los valores morales, por su materia, es universalidad atributiva. Los conflictos incesantes entre los deberes éticos, entre los deberes morales, así como los conflictos entre los deberes éticos y los morales, tratan de ser racionalizados por el Estado a través del Derecho. No hay derechos naturales porque todos los derechos emanan del Estado, que es el que tiene la fuerza de obligar.Y el Estado, como diría Aristóteles, es anterior a las partes, por lo que es pura ficción (como sabía el propio Kant)suponer que surge de un contrato social entre individuos que tienen derechos naturales. EL Estado democrático no se legitima por unos supuestos derechos naturales de unos supuestos individuos contratantes; el Estado democrático se legitima por su materia, y su materia es el mercado pletórico de bienes y servicios.

Juan Antonio dijo...

A ver, Andrés:
Tú dices que hay valores universales (aunque no absolutos –esto no lo había discutido nadie, aunque sea discutible-) pero que no hay derecho natural porque los derechos emanan del estado que es el que tiene fuerza para obligar.
Y yo digo entonces: si no hay derechos antes del Estado, no hay un Estado más legítimo que otro. Todo grupo (o individuo) que tenga fuerza para obligar es un Estado legítimo. El Padre San Agustín pensaba, en cambio, que un grupo de ladrones (o terroristas, o mafiosos) no es un Estado legítimo, por más fuerza que tenga para preservarse y destruir a los demás. Es más, a mi parecer, el Estado no es condición suficiente ni necesaria para que haya derecho o justicia. No es suficiente, porque un Estado no se auto-justifica (o se autojustifican todos, lo que es como decir ninguno); y no es necesario porque ni algo justo deja de serlo porque carezca de fuerza para ejecutarse (por ejemplo, es justo que los hijos no sean amaestrados, aunque no tengan fuerza para evitarlo) ni algo se torna justo porque haya un aparato ritual detentador de la fuerza que pueda imponerlo (como es el gobierno iraní, por ejemplo).

Más aún: tú dices que no hay derechos naturales, pero dices también que hay valores universales, tales como la fortaleza, la justicia o la democracia. Pero yo digo que es imposible sostener ambas cosas, porque no puedes legitimar tus pretendidos valores universales. Si es del Estado del que emana lo justo antes del Estado nada será más justo que otro. Entonces tienes que considerar como absolutamente heterogéneo lo valioso y lo justo, o aceptar que los valores universales implican un derecho anterior al estado (que el estado no puede contravenir legítimamente).

Por ejemplo: según crees, la fortaleza es un valor universal porque sirve a la preservación del individuo, y la justicia otro porque sirve a la preservación del grupo. Y yo pregunto de dónde has sacado que la supervivencia del individuo o del grupo son valores. ¿No estarás pasando de los hechos a los valores, contra tio Hume y contra un materialismo consecuente? Porque admito que es un hecho universal que todo ser tiende a conservarse en el ser, pero decir por ello que es un valor universal, requiere algo más que hechos, requiere valores para evaluar los hechos. Si sacas estos valores de los hechos ¿no tienes la sensación de mareo?

La democracia se legitima, dices tú, por el mercado de pletórico de bienes y servicios. Y yo pregunto: ¿qué bienes? ¿Por qué son bienes? Si lo son por el hecho material de que muchos los consideran así, no serán bienes para los que no los consideren tales, con lo que la democracia se legitimará ante quienes creen en ella y nada más. Si tienen la fuerza de imponersela a los demás lo harán. Ahí acaba su legitimidad. Y ¿servicios para qué? Algo es servicial o útil si se conoce el fin (el fin final).

Por último, no creo que Aristóteles esté en lo cierto al decir que la polis es anterior al individuo. Si el portador de legitimidad es el ente racional, habría que ver si un estado (si es que existe eso) es más racional que un individuo. Creo que es más verdad la autarquía del sabio estoico o epicureo. Pero no pretendería dar aquí lugar a una discusión nueva.

Andrés González dijo...

“A ver, Andrés:
Tú dices que hay valores universales (aunque no absolutos –esto no lo había discutido nadie, aunque sea discutible-) pero que no hay derecho natural porque los derechos emanan del estado que es el que tiene fuerza para obligar.
Y yo digo entonces: si no hay derechos antes del Estado, no hay un Estado más legítimo que otro. Todo grupo (o individuo) que tenga fuerza para obligar es un Estado legítimo. El Padre San Agustín pensaba, en cambio, que un grupo de ladrones (o terroristas, o mafiosos) no es un Estado legítimo, por más fuerza que tenga para preservarse y destruir a los demás. Es más, a mi parecer, el Estado no es condición suficiente ni necesaria para que haya derecho o justicia. No es suficiente, porque un Estado no se auto-justifica (o se autojustifican todos, lo que es como decir ninguno); y no es necesario porque ni algo justo deja de serlo porque carezca de fuerza para ejecutarse (por ejemplo, es justo que los hijos no sean amaestrados, aunque no tengan fuerza para evitarlo) ni algo se torna justo porque haya un aparato ritual detentador de la fuerza que pueda imponerlo (como es el gobierno iraní, por ejemplo)”.

-A esto contestaré que una cosa es la justicia legal (derecho) y otra es la justicia moral (correctiva o aritmética y distributiva o geométrica) entendida como el sentido de la equidad que cada cual tiene el deber de ejercitar con prudencia por el mero hecho de ser ciudadano que pertenece a grupos sociales diversos en el interior del Estado. Una cosa es el derecho y otra cosa la moral. De ahí que la universalidad de las normas morales sea atributiva, pues morales hay muchas y en continuo conflicto entre sí. En una banda de antropófagos hay “justicia natural” porque se distribuyen equitativamente “el festín”, pero no hay ética porque el festín se compone de individuos de la misma especie distributiva. En esta banda o tribu no hay diversos sistemas morales ni hay ética, hay “moral de banda”. A ver Juan Antonio: ¿eres tú partidario de una “moral pública de Estado” que “neutralice” desde una fingida “neutralidad” (puramente formal, dogmática) la pluralidad moral, reduciendo los diversos sistemas morales al ámbito de “lo privado”? Si es así, explícanos, por favor, ¿cómo puede el Estado alcanzar esa posición de “neutralidad”?

”Más aún: tú dices que no hay derechos naturales, pero dices también que hay valores universales, tales como la fortaleza, la justicia o la democracia. Pero yo digo que es imposible sostener ambas cosas, porque no puedes legitimar tus pretendidos valores universales. Si es del Estado del que emana lo justo antes del Estado nada será más justo que otro. Entonces tienes que considerar como absolutamente heterogéneo lo valioso y lo justo, o aceptar que los valores universales implican un derecho anterior al estado (que el estado no puede contravenir legítimamente)”.

-Yo no he dicho que la democracia sea ningún valor universal. No tergiverses. Cuando he hablado de universalidad he hablado de la universalidad distributiva de los valores éticos relacionados con la virtud de la fortaleza (Espinosa) y de la universalidad atributiva de los valores morales relacionados con la virtud de la justicia (Aristóteles). Pero tú no quieres saber nada de esta distinción entre ética y moral porque para ti la ética, seguramente (dime si me equivoco), no es más que “reflexión sobre la moral” cultivada por especialistas en filosofía. Por tanto, para tener ética, los ciudadanos tenemos que pasar por manos del especialista ¿no?

Lo de que la democracia es un valor universal lo has dicho tú, no yo. Pero un valor universal de qué tipo ¿un valor ético, un valor moral, un valor político? Debes aclararnos esto. Para mí la democracia es un sistema político y no un mero procedimiento formal de formación de consensos entre “entes dialogantes”. En un claustro de profesores se toman decisiones por consenso (y en una comunidad de vecinos, y en un grupo de excursionistas, y en un equipo de fútbol, etc), pero esto no convierte al claustro de profesores en un democracia material, esto es, en una sociedad política (aunque algunos así lo creen y como verdaderos políticos se comportan en ellos). Supongo que la “democracia ateniense” sería para ti un sistema político legítimo
porque la fuente de legitimidad en ella son “los entes racionales” que ponen a funcionar la “filosofía” (¿cabe racionalidad mayor que la racionalidad filosófica?). ¿Crees entonces que es legítimo el esclavismo?

Parece (dime si me equivoco) que estás insinuando que mi posición es la propia de anarquista anti-demócrata. Pero esta posición solamente existe en tu cabeza. Que lo sepas. No sigas por ese camino. Implica tergiversar por completo mi posición real. Y no quiero, por respeto a los demás, que esto se convierta en una cosa entre tú y yo. Pero, por el contenido de tus argumentos y por la forma en la que te dirigías a Ángel antes (¡pidiéndole que reconociera también “mi contradicción”¡), todo parece indicar que te crees de verdad que mi posición es esa, la que tú solito te has montado. Te equivocas. Yo pude entender perfectamente el contenido de tu comunicación y, precisamente por eso, discutí contigo, porque como muy bien dijiste tú mismo (citando, por cierto, a Gustavo Bueno) “pensar es pensar contra otro”. Pero tú estás pensando contra mí sin entenderme si de verdad crees que mi posición es la propia de un anarquista anti-demócrata. El único que ha dicho aquí que es un anarquista eres tú, incurriendo además, como ya ha te han indicado otros, en una flagrante contradicción.

La posición desde la que defiendo el contenido de mi ponencia es metodológicamente marxista y doctrinalmente platónica. Y sí, es completamente, anti-kantiana porque pretende mantenerse en los parámetros de la filosofía académica de tradición dialéctica. ¿Qué tiene que ver esto con el anarquismo? Desde mi posición platónico-marxista se puede defender un socialismo genérico (filosófico) de la igualdad material próximo, precisamente, a los valores éticos de la fortaleza.

“Por ejemplo: según crees, la fortaleza es un valor universal porque sirve a la preservación del individuo, y la justicia otro porque sirve a la preservación del grupo. Y yo pregunto de dónde has sacado que la supervivencia del individuo o del grupo son valores. ¿No estarás pasando de los hechos a los valores, contra tio Hume y contra un materialismo consecuente? Porque admito que es un hecho universal que todo ser tiende a conservarse en el ser, pero decir por ello que es un valor universal, requiere algo más que hechos, requiere valores para evaluar los hechos. Si sacas estos valores de los hechos ¿no tienes la sensación de mareo?

-son tus argumentos los que me marean. Los valores éticos son universales porque su materia, la corporeidad individual, se distribuye simétrica y transitivamente entre todos los sujetos garantizando su igualdad material como sujetos racionales (corpóreos). Esta igualdad material es la que hay que tratar de fomentar garantizando a todos los sujetos la posibilidad de poder medirse racionalmente unos con otros con independencia de su origen social. ¿Crees tú que la igualdad entre los sujetos es debida a que en todos ellos se distribuye un alma universal que realiza en todos ellos la función de entendimiento agente? ¿Es por esto que dices que la legitimidad política brota de los “entes racionales”?

”La democracia se legitima, dices tú, por el mercado de pletórico de bienes y servicios. Y yo pregunto: ¿qué bienes? ¿Por qué son bienes? Si lo son por el hecho material de que muchos los consideran así, no serán bienes para los que no los consideren tales, con lo que la democracia se legitimará ante quienes creen en ella y nada más. Si tienen la fuerza de imponersela a los demás lo harán. Ahí acaba su legitimidad. Y ¿servicios para qué? Algo es servicial o útil si se conoce el fin (el fin final).

-Pues qué bienes y servicios van a ser hombre, los económicos ¿o es que crees que solamente hay “valores espirituales”? ¿Acaso crees que las mercancías además de tener valor de uso y valor de cambio no tienen “valor”? ¿Y no es este “valor”, precisamente, el “valor” por antonomasia en nuestras democracias de mercado pletórico? ¿crees tú que la democracia extrae su legitimidad de “entes racionales” que captan valores espirituales? Explícanos esto.

“Por último, no creo que Aristóteles esté en lo cierto al decir que la polis es anterior al individuo. Si el portador de legitimidad es el ente racional, habría que ver si un estado (si es que existe eso) es más racional que un individuo. Creo que es más verdad la autarquía del sabio estoico o epicureo. Pero no pretendería dar aquí lugar a una discusión nueva”.

-Pues si crees que Aristóteles no está en lo cierto al sostener eso, será porque tomas partido por las teorías contractualistas modernas sobre el origen del Estado en contra de la concepción organicista que tienen los clásicos de la filosofía, Platón y Aristóteles. Si además dudas de la existencia del Estado (como parece que indicas entre paréntesis) pues entonces no veo muy bien de qué coño (perdón) vamos a seguir hablando.
Dices: “Si el portador de legitimidad es el ente racional, habría que ver si un estado (si es que existe eso) es más racional que un individuo”.
Si el Estado no existe, desde luego tú eres más racional que el Estado. Ahora entiendo porque dices que solamente tú puedes ser anarquista.
Siguiendo a Espinosa (un “ateo” judío de origen español expulsado de la sinagoga en la Holanda protestante ), al Estado hay que considerarlo como un individuo en su “género”, por tanto, como un individuo cuya racionalidad es de otro orden distinto al orden en el que se sitúa la racionalidad ético-moral de los sujetos corpóreos. Si un Estado, por impotencia política, resulta incapaz de preservar el territorio sobre el que ejerce su soberanía, pues entonces, simplemente, deja ser Estado o lo sigue siendo pero con una existencia subordinada al poder de otro Estado.

Añado aquí otro párrafo que ahora incluye mi trabajo:

“No pretendemos, por tanto, en definitiva, dar ninguna “lección de moral” a nadie con nuestra toma de partido. Simplemente estamos diciendo que, como padres, estamos con todos aquellos que con el apoyo institucional de la Iglesia están presentando oposición real al Gobierno. Tomamos partido por la moral de aquel grupo en cuyo interior puede abrirse paso, en relación a la materia de la que estamos tratando (la educación), la concepción de la ética por la que nosotros tomamos partido. Por tanto, en relación a otras materias no podemos decir a priori si tomaríamos partido por la moral católica. Habría que examinar con aristotélica prudencia cada caso concreto. Por cierto, para Aristóteles la prudencia es una virtud intelectual; para Kant, el formalista, la prudencia no es más que la habilidad pragmática de quien sigue en sus acciones máximas hipotéticas carentes de significado ético-moral. En esto, como es lógico, tampoco somos kantianos y sí aristotélicos”.

Andrés González dijo...

Y lanzo aquí una pregunta a todos los que están siguiendo esta polémica en torno al tema de la comunicación que defendí el pasado día 12 (si es que la está siguiendo alguien más además de Juan antonio, Ximo y Ángel):

¿Es posible suponer (si quiera) que mi posición es la propia de un anarquista porque defiendo la posibilidad de hacer filosofía académica no administrada por el Estado? ¿no era la filosofía de Platón "filosofía académica" no administrada por el Estado?